
Una mujer jubiada de 80 años ha sido desahuciada de la vivienda en la que estaba de alquiler en Sants (Barcelona). La propietaria del inmueble ha fallecido y sus hijos van a vender el piso. Aunque ella pagaba todas las mensualidades a su casera y jamás acumuló ninguna deuda, ahora se encuentra con que, si no consigue un lugar donde vivir (asequible a sus 800 euros de pensión de jubilación de la Seguridad Social), terminará en la calle.
Los servicios sociales, como aseguran en Tot Barcelona, le han ofrecido una pensión donde alojarse pero es temporal y en unas semanas tendrá que dejarla. “He tirado muchas cosas y otras las he donado a gente que las necesitaba”, señala esta mujer que ya recibió anteriormente dos cartas para que abandonase el domicilio.
El caso de ‘La Pepi’, como la llaman en el barrio, ha reavivado una vez más el debate de los desalojos de las personas mayores que no tienen familia que las acoja o bien quieren ser independientes y se quedarían sin techo. En esta ocasión se ha llevado a cabo una gran movilización social, y en las puertas de su domicilio, los días previos a la ejecución de la orden de desahucio, hubo protestas y manifestaciones de colectivos antidesahucios.
Finalmente, ella misma salió de la vivienda con las llaves en la mano y dejó vacía la casa donde ha vivido más de 10 años (desde 2014).
Los herederos de la propietaria querían vender la casa
La propietaria de la vivienda en la que residía Josefa murió en 2023 y sus herederos decidieron venderla para repartir el dinero.
El caso es que ahora está buscando un pequeño piso para ella sóla que pueda pagar con los 800 euros que cobra de pensión de jubilación de la Seguridad Social. Y por más que mira en portales inmobiliarios, ningún alquiler baja de los 1.000 euros en la misma zona en la que estaba, en el barrio de Sants.
Sabe que la pensión que ocupa desde hace unos días no es para siempre, porque así se lo han advertido los Servicios Sociales. También le han dicho que tiene que esperar a que se libere una vivienda de la bolsa de alquiler social que esté adaptada a sus necesidades. Porque ese aspecto también le preocupa al contar con problemas de movilidad.
“No puedo pagar una residencia, y quiero ser independiente”
En declaraciones al medio antes citado, Josefa explica que no puede pagar una residencia de ancianos pero además esta es una solución que no la convence demasiado. “Soy independiente, no tengo hijos pero tampoco puedo pedir una hipoteca. Pido un piso pequeño, de dos habitaciones, que tenga plato de ducha y ascensor”.
En el momento en que abandonó la casa, aunque con mucha tristeza, también sintió alivio. “Desde que me dijeron que tenía que marcharme estaba deseando poner el punto final, me quito un peso de encima y me siento más ligera”. La sensación era de “esperar a que me pusieran la lápida”.
Ha mandado un mensaje a todos los vecinos que la han apoyado todo este tiempo. “Quisiera quedarme por aquí porque es mi barrio, pero aunque me vaya y esté lejos, vendré una vez a la semana a dar una vuelta. Han sido muchos años, once, y he hecho amistades, conocidos… si tengo que irme pues no pasa nada, estoy contenta de veros a todos a mi lado y de que me hayáis apoyado”.